27.12.08

Mis mejores discos del 2008

Los 12 discos del 2008, ordenados del más mejor al menos mejor:

1. Hercules and love affair - Hercules and love affair
2. Pacific! - Reveries
3. Passion pit - Chunk of change
4. Air France - No way down
5. This is Ivy League - This is Ivy League
6. Tim ten yen - Everything beautiful reminds me of you
7. TV on the radio - Dear science
8. Beach house - Devotion
9. Hot chip - Made in the dark
9. Deerhunter - Microcastle, Wierd era cont.
10. Hexes & ohs - Bedroom madness
11. Antony and the Johnsons - Another world
12. Sinichi Osawa - The one


Tomado de la síncopa.

23.12.08

Budha Bar

Lo que necesitaba ha sucedido y no me va a llevar a ningún lado, no me está dejando respuestas, pero sí me hace girar la vista hacia otras latitudes. Me llena de una energía que también me hacía falta para seguir con el planteamiento de centrar todo en mi persona. Me llena la cabeza con ideas nuevas. Me encanta esto que nos puede ir pasando, el destino y sus sorpresas para los que atravesamos más allá de las convenciones y la moral. Sigo entendiendo las ventajas del desapego, me cuadra regalar mis besos y caricias, no espero nada a cambio, afirmar esto me parece un tanto ridículo, pero así es, he logrado un mini-súper-nirvana, veamos cuanto me dura el chiste.


Tomado de los jóvenes deportistas del voleibol.

2.12.08

Slow and low

Las causas del hundimiento nunca fueron resueltas, no era lógico que se hubiera precipitado hacia el fondo si había estado masticando corcho toda la noche. Llegó el detective, pausadamente fue haciéndonos preguntas a los que le habíamos visto en las últimas horas antes del hundimiento. Nadie sabía nada, no había pistas, no había rastros, no había un cuerpo hecho trapo, no había nada por encima de la seguridad de que se había hundido. Todos lo sabíamos como por dogma de fe. Había algunos que estaban preocupados, otros querían saber las causas, la mayoría estábamos ahí sólo por curiosidad. A lo lejos un gato lloraba.

Allá abajo había un mundo perfecto con museos gigantescos y pocas madres ciegas, trenes que de tan limpios brillaban, impresionantes ríos en medio de la ciudad, parques boscosos, niños corriendo y en bicicletas, un solo idioma. Allá abajo las ideas encajaban perfectamente entre sí, las cosas formaban una congruencia que de estar acá arriba estaríamos espantados.


Tomado de los sueños.

21.11.08

Mi yo

Voy a extrañar al mar, voy a extrañar la nieve. Voy a extrañar a las abejas, a las cosas que crecen. Voy a extrañar a los árboles, voy a extrañar a la arena, a los animales y a todos ustedes. Necesito otro lugar, donde haya paz. Necesito otro mundo, este ya casi se ha ido. Voy a extrañar a las aves cantando sus canciones. Voy a extrañar al viento...

Antony and the Johnsons – Another world.


Necesito a alguien que me ayude a balancear el constante desorden que ocasiona el hecho de existir. Creo que sé qué es lo quiero, tal vez no con una certeza absoluta, pero sé por dónde guiar las naves y sé en qué punto quemarlas. En realidad todo es mentira, me parece estúpido saber qué es lo que se quiere. El espejismo de ir para adelante, de retroceder, de tomar al toro por los cuernos. El timón a cientos de revoluciones por segundo, las naves vueltas locas, carritos chocones llevados a naves en el mar que de igual forma se estrellan, grandes espectáculos presenciados desde el interior del acto mismo. El teatro vuelto todo escenario, sin butacas ni salidas de emergencia. La contraparte necesaria, inminentemente necesaria, la vuelta al orden y a la cordura. Cada nave con su capitán, la tripulación sobria, el rumbo marcado, el viento a favor, los timones comandados con movimientos precisos, qué tranquilidad.

Dos días de deporte más dos días de trabajo más dos días fuera de la sobriedad, y el séptimo día, como todo dios lo hace, para descansar. Dos días de claridad mental más dos días de confusión incesante más dos días de estira-y-afloja, y el séptimo día, como todo mortal, para convulsionarse. Matar una parte de uno mismo para después resucitarla.

Mi persona futura en el presente. Mi persona presente en el pasado. Mi persona siendo esa persona que no soy yo. Mi yo astral sin boleto para reencarnarse. Las creencias milenarias y mayoritarias hechas mierda en ese yo que sigo siendo sin ser concretamente yo. Yo desnudo por dentro, accesible, cerótico, puntual, diverso, asexuado, permisible, atractivo, chocante, musical, intransigente, permeable, mundano, imbécil, etéreo, cómico, brillante, transparente, fortuito, comestible, empalagoso, fijo, fosforescente, pálido, amigable, terco. Yo visto desde el ángulo de todos ustedes, valiendo como persona, valiendo por tener vida, sin excusas, sin suixidios prefabricados, sin ánimo de eternizar, sin gusto por cesar, con energías para decir seis mil graciosas estupideces que nos harán reír, con ganas de todo, con ganas de estar a 40 pies bajo la superficie del mar, con internet porque sin él me muero.


Tomado de las intervenciones de otros y mías hechas en mi persona.

18.11.08

Torreón trip

Esto que vas a leer sucedió en la vida real, el protagonista lo escribió y mandó por correo electrónico a un amigo suyo, al cual le apreció interesante reenviarme el correo a mí, hace ya varios años. A mí me pareció interesante editarlo poquito y ponerlo aquí para deleite de todo amante del chisme puro y jocoso. Maravillosa historieta para un rato de ocio:

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“Torreon trip”

Sin lugar a dudas cada día la vida nos brinda oportunidades de aprender y es nuestra obligación aprender de las experiencias, hacerlas nuestras y de algún modo beneficiarnos con la moraleja.

Hace poco menos de dos meses un ciberamigo me comentó de manera casual que un equis me quería ciberconocer. El equis había visto mi perfil en gaydar y estoy seguro de no haber contestado sus mensajes pues no tenía fotos de cara en su perfil y como que me da big egga eso de contestar o perder tiempo con fotos de miembros genitales... de esas fotos sí tenía. Total que en ese entonces no até cabos y desconocía que se trataba del mismo personaje. A mi ciberamigo le dije que no había cuete y que le diera mi correo-e al equis para que chateáramos en MSN.

En un par de días ahí tenía la invitación del equis en cuestión y yo graciosamente lo di de alta y tan tan. Un día coincidimos y se ciberpresentó apegándose lo más posible a su realidad: 50 años, llenito, canoso, diseñador de moda femenina, agradable, no guapo, independiente, activo y no en el rollo gay social.

Ya hace tiempo no me hago pajas mentales con nada en el ciberespacio y mucho menos con alguien de diez lustros en su haber (qué miedo). Externando claramente esto, el sexy chateo e intentonas personales quedaron fuera de la charla desde el principio y optó mejor por la adulación artística, bueno de neoDalí no me bajaba y sha-la-la. Cuando se bajó del volantín, la siguiente tirada fue la seducción personal pero desde otro ángulo y al parecer estaba muy interesado en mi manera de pensar.

En ese momento, la impresión que me daba era que ambos éramos artistas mal entendidos -por llamarle de alguna forma. Me confió que su padre estaba enfermo de cáncer y que durante las largas esperas y vigilias en el hospital se había dedicado a pintar a manera de terapia y que le gustaba mucho pero que se consideraba autodidacta y neófito. Nuestras charlas entonces giraban alrededor de la pintura o de algo relativo al arte. Poco a poco le confié mis inquietudes y pronto la charla desembocó en mi intención de irme de México y fue donde encontró la oportunidad para enganchar mi interés. Se molestó de que en nuestro país no se nos hiciera justicia a todos, que como era posible que mejor en otras partes, que había que tener confianza en la mejoría de la situación, sha-la-la... yo sólo daba vuelta a mis ojos y suspiraba, pues quien mejor que yo para apreciar y estar totalmente orgulloso de lo que significa ser mexicano, pero desgraciadamente me rindo ante el encallamiento global y lo estático de la realidad.

De repente me dijo que en Torreón, donde él se encuentra, hay mucho dinero, que había oportunidades para mi actividad, bueno, que era Jaúja para lo mío y que no perdiera más tiempo y que en la primera oportunidad me diera una vuelta por allá para tantear las aguas. Yo le agradecí su interés y le externé que por el momento no estaba en mis planes aventurarme a nuevos mercados, sobretodo cuando financieramente me encontraba no apto para gastitos extras, pero que en la primera oportunidad lo consideraría y que con mucho gusto me daría una vuelta.

La cosa no paró ahí, pues a partir de ese día nuestras coincidencias en internet iban tarde o temprano al tema de la pujante Torreón y del exquisito gusto de sus pobladores, del alto poder de compra de los torreonacas y de como allá sí apreciaban al arte y sobretodo sí lo pagaban. A estas alturas yo le soplo hasta al jocoque y lo dejé que siguiera. Le tuve que recordar las ciudades -por demás, más importantes que Torreón- donde he vivido y que en la actualidad las cosas están tan contraídas que definitivamente la gente ya no gasta en chucherías (en lo que ha quedado reducido mi oficio), y que ya acercándose la época decembrina las cosas mejorarían.

Me ofreció, si yo lo deseaba, hacer unos conectes con ciertos personajes para mi llegada y que de decidir ir, todo estaba puesto para las presentaciones. Insistí que en esos momentos no podía gastar en viajes, hospedajes, etc. Y para pronto me dijo que de techo y comida no me preocupara, que para eso estaba su casa... mmmhh. Se dedicó a darme un horizonte de bonanza, a reiterarme la capacidad de la clientela y me conminaba a tomar la decisión de ir ya, ya, ya. Empezó a presionarme e intentó terapearme a distancia arguyendo que lo único que estaba yo haciendo en Laredo era "languidecer"...jajajajajaja-....me sentí Odette en el lago de los cisnes, ¡joder!

Total, un buen día me dice que si quiero me consigue el pasaje a 50% de descuento. Yo le dije que había entonces que aclarar ciertos puntos. Uno, no habría sexo, ni tocamientos, ni nada. Dos, solamente podría quedarme de viernes a lunes. Tres, tendría que tenerme citas con clientes, listas y confirmadas. A todo dijo que sí y que mientras más pronto me decidiera sería mejor.

Volví a darle mil vueltas y decidí ir para el fin de semana del cinco de noviembre.

Me di a la tarea de acrecentar mi conocimiento sobre Torreón y eso aunado a lo que antes conocía no me decía mucho. Poco más de cien años de haber sido fundada, centro de una alianza bi-estatal que junto con Durango conforman la famosa comarca lagunera conocida principalmente por su producción de lácteos, fabricación de la mejor mezclilla del mundo y el beneficio platero más importante del orbe... así como el más contaminante. Por cierto, se le llama la laguna porque en el tiempo de los dinosaurios toda esa área era un mar. Acá en Laredo hay una población de torreonacas, parias expatriadas y suripantas reivindicadas que vienen a contar su historia tronchada bajo el beneficio de nuestro desconocimiento. Nos hablan de un Torreón rezumante de dinero, de buena onda, de lujuriosos hombres y de apertura.

Tomé el autobús de las 11:45pm para aprovechar la noche y llegar temprano listo para la actividad. Tengo la ventaja de que tan pronto se mueve el transporte donde viaje, en breve me aletargo y duermo como bendito. Así pasó y arribé a aquella ciudad a las 5:30am. Tomé un taxi y llegué al departamento del equis. La zona de por sí ya no era de lo mejor, pues como muchas ciudades del norte mexicano, el centro es área netamente comercial y no residencial, y a esas horas parecía que habían arrastrado al diablo por el culo. En ese entorno había un edificio de apartamentos que mostraba el número 443 enclavado entre una ferretería y una tlapalería. Vi que el interfón tenía cuarenta años de haberse descompuesto así que opté por no tocarlo so pena de electrocución y solamente me dediqué a observar por fuera el inmueble. En una de las ventanas vi que de entre persianas verticales salía luz y reflejos que proyectaban unos espejitos (?) y un contorno humano que al encontrar mi miraba desapareció. Decidí tocar la puerta de la entrada que cedió ante el peso de mi mano. Me recibió un olor a pies muy fuerte y traté de no darle importancia. Recordé que el equis me dijo que vivía en el departamento uno. En el vestíbulo no había más que una puerta sin número y recordé también que hasta el tercer piso estaba el área de viviendas. Nunca supe qué o a quién albergaban los pisos uno y dos. Y cargué con mis chivas hasta il terzo piano.

La puerta estaba entreabierta, la empujé y ahí estaba parado el equis. Nos saludamos brevemente de mano, le di un abrazo "fraternal" agradeciéndole de antemano su hospitalidad. Me señaló un diván copia imperio donde me podía sentar. Me ofreció café, accedí y desapreció a la cocina.

Solamente así, sentado, pude haber recibido el impacto serenamente. Mis ojos desmañanados fueron posándose primero en lo general y después en lo particular. Lo general era un verdadero caos, basura y detritus personal entre muebles finos. Y lo particular eran retazos de tela, papeles hechos bola, trastos usados, ropa, zapatos, plantas, macetas, tubos de óleo, revistas, rollos de telas finas, antigüedades; todo en perfecto desorden y negligente confusión. Me avergoncé al pillarme llevando un consciente conteo de todo lo que veía y mejor opté por solazarme en mi pereza matutina y dejé que una parte de mi cerebro intentara convencerme de que lo que me rodeaba no era realidad. Volteé mejor hacia las paredes y el techo y por lo menos no había despojos colgados si no cuatro bastidores con pinturas empezadas y un espejo con marco clásico y dorado de buen tamaño y muy bonito. Desde la cocina salía el olor a café recién hecho y el ruido de una máquina de expresso (?)...mhhhh, me hubiera encantado un capuccino en ese momento pero un expresso iba a ser gloria pura.

Requerí usar el wc, el equis me dijo que detrás de unos cortinajes que separaban la sala-comedor del resto de la casa, había una puerta y que ahí era el baño. Saltando por encima de las islas de basura que poblaban el piso llegué hasta el baño y oh surprise, lodo en los azulejos, ropa amontonada en una esquina, lavamanos desvencijado, sarroso y sin agua, espejo quebrado y parchado, taza incagable de marrana, regadera con piso y cortina negra de hongos centro vacacional de gonococos y sus derivados. Afortunadamente entré a orinar y lo hice desde la higiénica distancia de un metro, pretendí lavarme las manos y la cara pero no salió agua. Miré hacia el techo y me tranquilizó su blancura y la visión de un foco pelón de 100 watts que hacía todo más claro y real. Salí de ese cuarto mirando hacia arriba y me aterró en la boca del estomago la idea de bañarme o de pegar las nalgas "ahí". Desde esa parte la perspectiva del departamento era otra, YO estaba EN la basura y en la otra parte, donde el diván, no había desorden. Era la única parte de la casa que estaba a salvo y en automático me fui a aplanar en el chaise-lounge de Mme. Recamière donde estaban cercanos mis efectos personales. Apareció el equis tazas en mano y empezó a hablar como si anduviéramos de paseo por la Vía Venetto. Adquirí la sabia aptitud de mirar fija y constantemente a los ojos o a algo (en el techo, claro está...), y así desaparecer por fuerza lo que rodeara el entorno. Parpadeaba mucho y me di cuenta que así lo que quedaba fuera de esta manera de mirar se "desvanecía". Mi constancia en este ejercicio llevó al equis a pensar que traía lentes de contacto o que estaba cansado. Me sugirió descansar un rato y yo le dije que ya había dormido y que no me importaría empezar a ver gentes lo más pronto posible, previo me permitiera refrescarme y mudarme de ropa. Me dijo que aún era muy temprano para ver gentes y que hasta después de las 9am sería prudente empezar. Vi el reloj y eran las 6:30am... dos horas y media para que apareciera Mary Poppins con su varita arregladora bromeó mi mente.

Nada de english governess ni duendes de la limpieza. Todo fue ignorado graciosamente por mi anfitrión y me dijo si deseaba desayuno, yo accedí y le ofrecí prepararlo a cambio de sus gentilezas, okay whatever pensé, va a ser prácticamente im-po-si-ble no ver la realidad, sobretodo cuando entré a la cocina....mezcla de cocineta y laboratorio farmacéutico con una pila de cacharros sucios sin duda de una semana atrás. Busqué la estufa y por respuesta encontré dos hornillas eléctricas que mostraban ya tener sus horas de batalla mal logradas, parte de la tapa del mueble de madera sobre donde se encontraba la estufita estaba parcialmente chamuscada, restos de comida calcinados se adherían a los quemadores que al ser activados me daban el menú de hace quince días pero en versión Auschwitz. Lavé con verdadera repulsión un sartén y cociné un omelette con champiñones frescos... al menos el refrigerador tenía verduras y fruta. Excuso decirte que la cocina era una joya de desastres, una en las ruinas de Pompeya debía de estar mejor organizada. Frascos abiertos, azúcar regada, café desperdigado, ni un sólo vaso útil, todos llenos de extrañas sustancias solidificadas en sus fondos, una bolsa de basura desparramada y el piso un reto que ni Jackson Pollock hubiera podido imitar en sus mejores obras. Curiosamente no había moscas ni cucarachas pero pensé que al llegar la noche tendrían su convención, y de invitados especiales ratas y gatos callejeros. La cocina tenía una ventada grande que daba hacia un patiecillo interior de tres por tres repleto de cactáceas y de suculentas en macetas de todos tamaños, pero igual, descuidadas de la mano de dios... unas inclusive rotas ya tiempo atrás y la pobre plantita tuvo que crecer chueca así.

Hubiera querido haber tomado fotos pero mi shock y vergüenza fueron tal que no pensé en ello de primera mano. Estaba seriamente impresionado y mis reacciones se aletargaban, me urgía la aparición de Mary Poppins. Tras el desayuno platicamos largo rato y de alguna forma intentó excusarse por el "desmadre" y que debido a lo de la enfermedad de su padre había sido medio "descuidado" (que manera más light de maquillar las cosas, ¿no?)

Yo, very british, dije: "¿Qué?, ¿cuál? Ni me había dado cuenta, te entiendo perfectamente... esteeee... No te importará que recoja, ¿verdad? Creo que en el baño vi una escoba, un recogedor y un cubo con su trapeador. Digo, si voy a estar unos días por acá lo menos que puedo hacer es echarte la mano con algo."

Me lo permitió no sin antes decirme que lo hacía de manera personal y que no era necesario. Para entonces ya el ectoplasma se había solidificado en la viva aparición de la Poppins, venida de una sesión espiritista realizada en los dobleces de mi subconsciente. "Faltaba más", agregué "adoro hacer el aseo."

Confieso que hasta entonces limpiar la casa y los quehaceres se me hacía algo medio ñe. Cocinar me relaja y disfruto mucho haciéndolo, pero barrer, trapear, sacudir y fregar (esto último es mi coco, sigo lavando mal trastes, sorry, nomás no-se-me-dá), no eran mi misión en la vida. Me lancé a la tarea de barrer, trapear, acomodar alteros de revistas y enrollar telas mal acomodadas con el mismo misionero fervor de enclaustrada novicia de la tercera orden de las Clarisas del Potosí decimonónico. Pensaba que mientras más pronto acabara mejor me sentiría, pues mi opus engrandecería al señor (¿cuál?), y así pasó puesto que el depa no era grande y pronto todo estaba en su lugar o al menos mi sentido común me lo indicaba así.

La cocina siguió después y solamente lavé los trastos urgentemente necesarios para mi estadía. Los otros los acaricié con la fibra, los sequé y los escondí en unas misteriosas cajas llenas también de trastos, especies e instrumentos domésticos. La verdad se me hacía injusto fregar trastos que ni siquiera yo había ensuciado, así que mi pretoriano fiscal interior dictaminó por tan solo quitarlos fuera de mi vista y a cambió sí trapeé el piso. Por lo menos cocina y sala comedor se veían maquillados amablemente y con la salida del sol todo más o menos resplandecía de limpio.

Siguió el baño y ahí si no me compliqué la vida. Adjunto al wc había otro patiecillo interior también en completo desorden de basura, cacharros y hojas y donde pude ver que alguien colgaba ropa a secar y una coladera estaba tapada y un charco completaba el cuadro. Encontré ta taaaaaa... ácido muriático y un gran bote de cloro, no recuerdo haber sido tan feliz en esa gris y fría mañana. Mentalmente apunté ir con la madre superiora en maitines y sugerirle rezar una novena a San Martín de Porres santo patrono de las gatas y ofrecerle tan grata devoción como respuesta a mis ruegos.

Yo estaba en éxtasis viendo como salían vapores desincrustantes de la taza sanitaria, conmovido observaba la manera en la que el negro hongo desaparecía tras la saturación de cloro en los mosaicos de la regadera, la cortina parecía llorar nuevos colores cuando el limpiador aparecía y en trance trapeaba como poseso mientras silbaba tooodas las canciones de la Novicia Rebelde, exprimía el trapeador pensando en que era el sarnoso cuello de Bush y de repente todo tuvo sentido esa mañana. Mareado en el mix de cloro y ácido empecé a entender "Las Moradas del Castillo Interior" de Teresa de Ávila, me sentí realmente "touched by an Angel" hasta que empecé a toser frenéticamente y volví a ser la perra de siempre y decidí que ya estaba bueno.
Por lo menos podría cagar en la confianza de no contagiarme con clamidia o condilomas, volví a rociar con cloro el asiento y casi toda la taza hasta saturarlos y de todos modos reservé algo de para los touch ups.

El equis entonces empezó a observarme con un dejo burlón y bromeando me dijo que mi faceta de gata había sorpresivamente aflorado. Seriamente sopesé su ligerísimo comentario y decidí que el buen juicio gobernara en mí y trabando las quijadas solo declaré que lo hacía por mí, no por él. El equis se arrepintió mentalmente de su estupidez y agregó muy sumisito que había sido una broma de mal gusto. "Si, te entiendo" le dije, "no lo vuelvas a repetir".

Obviamente, contar con un teléfono fijo estaba fuera de las posibilidades. Así que me pidió que lo acompañara a un teléfono de pago cercano para ver si las gentes con quienes me entrevistaría ya estaban activos.

Afuera la ciudad ya despertaba y el trajín de carros y autobuses hacían todo un tanto más movido, comercio tras comercio se sucedían en ventajosa competencia y los semifijos empezaban ya a montar sus puestos de chucherias chinas en plena acera complicando el peatonaje. Cerca había un mercado popular de una cuadra de grande que ostentaba cuatro entradas art decó y su año de inauguración: 1930.

Dentro, unos cuantos puestos de verdura, lácteos, fondas, pollerías y carnicerías, pero lo que más abundaban eran tendajillos de implementos brujeriles con polvos, rezos, imágenes de la santa muerte, San Judas Tadeo y Juan soldado compartiendo espacio con lociones mágicas, saumerios, inciensos, animales disecados, copal y alumbre, hierbas, piedras, enchiridiones, pantáculos, talismanes colgados y la siempre agresiva invitación de los dueños quienes me aseguraban al pasar que ahí sí tenían todo lo que yo necesitaba para mis males, yeahright, jejejejeje.

Afuera, zapaterías, mercerías, tiendas de telas y manualidades, ferreterías, jarcerías, restaurantillos, tiendas naturistas, de ropa, de artículos deportivos, de telefonía celular, papelerías, supermercados y farmacias; sí, muchas farmacias se sucedían en ambos lados de las calles en una área de aproximadamente quince cuadras a la redonda. Eso es el centro.

Casi en su totalidad los taxis son Athos y me pareció cómico que usaran el claxon incesantemente para llamar la atención de los clientes, así que tras haber pensado que era a mí a quien un tropel de admiradores pitaban, el equis me aclaró que así invitaban a los parroquianos a subir.

Pronto me di cuenta que la gente iba y venía en una especie de monotonía y de rictus forzado poco amigable, las miradas que sentí fueron en su mayoría hostiles y raras, por llamarles de algún modo. El equis de nuevo me tradujo la situación y me explicó que mi look era un tanto extraño para la gente menuda pues les recordaba a algún pandillero de los mara-salvatruchas y era obvio que me miraran con recelo. La verdad no creí lo que me decía y pronto comprobé que al entrar a un negocio las miradas se posaban en mí de manera aprehensiva... mmmmh.

Telefoneó a los clientes y nos citaron para más tarde.

Camino de regreso el equis me confió que le daba mucha comezón en las nalgas de repente, y que no se lo explicaba. ¡Toing!, algo sonó en mi cabeza y recordé que había cloro fresco en el asiento de la taza, simplemente sonreí y lo vi con la mirada típica de: "eso te mereces por puerca"...sentí dentro de mí sonar las trompetas del juicio final y San Miguel Arcángel aparecía vengador y justiciero, espada flamígera en mano, mejor le recomendé una crema maravillosa y le dije que con el clima frío la piel se resecaba más, especialmente a los cin-cuen-ta.... ¡toing!

Ya en casa el equis me sugirió bañarme, pero con la novedad de que no tenía gas, así que en una tina calentaba agua y paso seguido dejaba que se llenara otro recipiente en la regadera y así se combinaba una ducha de ala jicaré si es que quería estar limpio, pensé que el baño me haría sentir mejor y accedí. El equis me pidió que llevara mis cosas a la habitación de la derecha, el baño dividía dos entradas, la otra según él, era la de su taller de costura.

Parte dos de la pesadilla de Martha Stewart: su recámara.

Imagínate una cama mal tendida desde hace meses, ropa y bolsas con ropa usada regadas por el piso, un closet con dos puertas de hojas corredizas desvencijadas que mostraban el interior: por un lado ropa asombrosamente planchada, ordenada y colgada de un tubo y abajo y al lado, revistas, zapatos, telas, chaquetas y mil cosas en total desgarriate. Había un televisor parcialmente cubierto con revistas, prendas y una taza con una cuchara dentro, cerca una cajonera con cajones abiertos mostraban su interior cual remanentes de redada antinarcóticos y el piso con basura también. Me quedé duro en la entrada del cuarto y la visión fue francamente ofensiva, el equis entró y empezó a amontonar todo el tiradero en la esquina más lejana de la cama, la habitación olía a humedad, a frio, a sudor, a sexo añejo, a zapatos viejos, a ancianidad y polvo.

Pretendí no poner atención y me dediqué a preparar mi ropa y adminículos de higiene personal y rogué al padre Cronos que el agua estuviera caliente ya. Después de un rato empecé la operación de limpieza personal y posterior afeitada. No estuvo tan mal, quizá algo impráctico pero el baño me reconfortó. El agua en Torreón sabe a fierro, horrenda.

Más tarde nos vimos con una amiga del equis: Bárbara, reina de la bipolaridad pero en versión recargada, cruce entre Susana Alexander y Regina Orozco, pero hasta el chongo en Paxil, Xoloft y Prozac, diseñadora de interiores recién autobautizada impresora y marquesa de las manualidades por las que pagan las viejas de sociedad huevonas (¿hay otras?): invitaciones hechas a mano en sobrecitos dentro de otros sobrecitos con listones y moñitos, bolos para piñatas, recuerditos de despedidas de soltera, baby shower, primeras comuniones y bautizos, regalitos y prácticamente todo lo que impresión involucre. Proveniente de una familia que vive de sus viejas glorias cuyo dorado apellido tiene ya nada más de brillo, pero en fin socialitè reconocida y conocedora de las casas nuevas y viejas. En su tienda-boutique-atelier nos esperaba ya junto con el "herpetario": su madre y las tías, que siempre andaban entrando y saliendo, solicitas, cooperativas y con las orejas bien paradas.

Llegué en mi actitud más encantadora y tras media hora las tenía comiendo de la palma. Me pronosticaron y garantizaron un culmen de éxitos y bonanzas si jugaba bien mis cartas. O sea, Barbarita actuaría como filtro y hada madrina en mi presentación con las altas órbitas torreonacas, de ahí en adelante todo sería labor mía. Okay, piece of cake!

Les había impresionado sobretodo mis acabados venecianos en mueble y me coquetearon con la idea de impartirles un curso-taller de acabados a mano en mueble. “Has de saber que tengo en Querétaro un trailer lleno de muebles que no he podido traerme para Laredo porque nomás no tengo para el flete”, pensé que así saldrían por fin. Me pidieron que pensara en costos donde les incluyera el mueble, materiales y técnicas y que a cambio me reunirían a por lo menos treinta tipas para dos sesiones diarias en ocho días y que no me preocupara de un local, que eso estaba arreglado.

Válgame ¡cuánta belleza!, pensé. Empecé a gastarme mentalmente dineros que ni había olido aún. Me vi haciendo quesos con la leche del novillo de la gigantesca vaca Suiza llamada Helga que todavía no nacía. Seguimos el resto del día con Bárbara, su incesante parloteo empezó a marearme. Ya en la tarde me presentó a más gente y en la noche conocí al Conde Cofiño, un arquitecto que trae muy buenas chambas y está muy bien relacionado. El tipo me pareció algo fanfarrón pero definitivamente con un aire de rico viejo y sobretodo muy interesado en mis trabajos, nos citamos para el día siguiente donde me llevaría a una obra en remodelación a "a ver que se me ocurría", según sus palabras.

Cuando regresamos a casa, el equis se dio a la imprudente tarea de confiarme ciertos "detallitos" de la vida privada del conde Cofiño. Resulta que el arqui, divorciado, lleva una doble vida con un personaje extraño y andrógino de los bajos mundos torreonacas. Jamás me quedó claro de qué o quién se trataba, una especie de transgénero o trisexual con quien se citaba a poco católicas horas de la noche y bajo los influjos del etílico y o de agentes químicos (palabras masticadas del equis, que conste), le afloraba al conde su otro y verdadero yo.

Independientemente de que detallitos como éstos, otros y muchos más, fueran ciertos, no realizo investigación sexual acerca de mis clientes -futuros o presentes- y en ello baso gran parte de mi éxito: la discreción. Hace mucho la vida personal de las personas ha dejado de interesarme. Vivir en un lugar tan pequeño como Laredo, crea forzosamente círculos dentro de los círculos, así que el chisme siempre da vueltas, y el chismoso siempre sale a la luz. Exponerme a trampas tan infantiles como caer en el juego de repetir lo que he presenciado en las casa de mis clientes, es automáticamente estar fuera del juego. Creo seguir comportándome de esta manera en todos aspectos de mi vida.

Escuché lo que el equis tenía que decirme y sólo pregunté si lo que me contaba le constaba. Me dijo que no, pero que definitivamente, la amig@ no podía mentir pues sabía muchos jugosos detalles del conde; bla, bla, bla, ladridos de perra pensé. Yo comenté que la vida de las gentes me importaba un comino y que el conde me había caído bien (¿será que la nobleza siempre nos encontramos?), pero que a pesar de todo lo único que me interesaba era hacer negocios con él, su culo es otro rollo.

Al equis pareció no agradarle mi negativa ante sus chismerajos y aún así siguió, yo mejor me quedé callado y le comenté de mi juramento cuasihipocrático con respecto a mis clientes y también le dije que no veía gran diferencia entre Laredo y Torreón en cuanto a tinglados sociales, y que definitivamente uno siempre tenía que moverse con cuidadito si deseaba seguir en el candelero.

Al parecer eso no le importaba al equis y me dijo que no tenía nada de malo hablar, fuera o no cierto, todo era vox populi. Yo nomás giré las órbitas oculares y pensé en estar en Marbella haciendo cosas guarras. Tengo la mágica aptitud de poder estar viendo a alguien y de verdad no dedicarle un gramo de atención. Así fue...

Llegó la noche y el equis me preguntó que se me antojaba hacer. Yo le dije que no estaría mal salir a checar el ganado y aquel me dijo que saldríamos hasta el filo de la medianoche, antes no tenía caso. Para las diez tocaron a la puerta y antes de que abriera me dijo que era una "sorpresita" que me tenía preparada. Tragué duro, me arrenallé en el diván y clavé los ojos en el número atrasado de Maison Francaise que estaba hojeando. “Hola, hola”, se escuchó desde la puerta. “V., éste es Pepe, Pepe, V., ...chogusto ...la, la, la...”

Al día siguiente me enteré que el equis había estado haciéndome citas con sus íntimos y era hora del besamanos.

Pepe resulto ser otro equis-equis igual que el equis. No sé si mi situación financiera actual permea hasta mi disposición con gente equis o interactuar fuera de mis términos, pero las citas a ciegas las abomino.

Me comporté como todo un caballero y departí socialmente con Pepito el cual miraba cada media hora su reloj. Tras ingerir media botella de Chivas Regal los ánimos estaban más sociales, por así llamarles.

De repente el equis tronó la bomba: "¿No se les antoja un menàge a trois?"

Tras la pregunta, el silencio fue espectral. Yo fingí no haber escuchado, miré al techo y apuré mi whiskey de un trago.

Pepe no estaba del todo mal (y después de tres copas ya como que le empezaba a ver sus secretos encantos), pero no era alguien con quien yo me veía chicoteando la potranca y mucho menos con el equis. No en esta vida, ni en las subsecuentes.

Yo volteé a ver a Pepe con cara de “qué-linda-noche-¿no?”, mientras me servía otra copa generosa.

"¿Alguien gusta otra?" dije, rompiendo el silencio.

Los otros dos menearon la cabeza y tras el silencio dije tajante: "No se me dan los trios, ni los cuartetos, ni las orquestas de cámara. Funciono mejor in a one to one basis."

Pepe sólo sonrió y miró el reloj por nonagésima vez.

Ya calientito por Mr. Chivas le dije socarrón: "¿Ya te toca la cucharada? Veo que constantemente checas la hora".

"No" contestó aquel. "Sólo que si se va a hacer algo, lo hagamos ya porque mañana me levanto temprano".

Whhhooopsss” alguien tiene prisa pensé.

"Oye, por mí no se detengan, eh" repliqué. "Yo acá me entretengo con una revista. ¡Qué buenos números atrasados tienes equis! Ya había visto unos hace años y son de colección" dije como si anduviera en las rebajas del Corte Inglés.

Tras mi cordial negativa Pepito duró media hora más y se despidió.

El equis me dijo que me había visto medio mal, pero que le daba gusto porque a veces Pepito era medio diva. Yo sólo sonreí y le dije que éste no era mi tipo y que no me gustaba que me arreglaran las cogidas.

Se me dio a escoger qué tipo de antro quería ir a conocer si de medio pelo o de terciopelo. Total pensé: “P'al santo que es y los milagros que hace.” “Empecemos por el peladaje mejor”, le dije.
Salimos caminando hacia el bar en cuestión no sin antes pasar por los lugares, avenidas y parajes gay (?) que eran marcas oficiales por ver o conocer. Todo equis, un frío tremendo hacía que nos veíamos como putas de cuarta queriendo sacar clientes de las ratas de callejón. Me llevó a una plaza en la que había unos cuantos despistados que iban o venían, pero no en plan de acción. El ligue en carro era todavía más extraño.

Se me informó que una de las avenidas laterales de la plaza, era la "del ligue" y que ahí era por donde pasaban los autos cachondos. Okay, hay que sentarnos un rato y ver qué pedo. Después de cinco minutos pasaron varios carros con los vidrios hasta el tope y tres patrullas con torretas que enfocaban luz blanca hacia los transeúntes. Pocos carros y mucha ley. ¿Qué pasa?

El equis me dijo que llegó a haber tanta putería en Torreón hacía años, que ahora con gobiernos represivos y panistas, la policía estaba sobre cualquiera que anduviera en la calle ejerciendo su sexualidad de manera abierta y libre y que lo invitaban cordialmente a pasar la noche en los separos de la demarcación policiaca.

“Pueblos de doble moral” pensé. Entonces la putería debe ser frenética. La ecuación no falla: más libertad, más tranquilidad. Más represión, más frenesí. Así fue...

Me aburrí y le dije al equis que nos fuéramos de ahí, pues eso de putear en plazas ni en la otra vida se me había dado. Según Walter Mercado fui favorito del Rey Sol, tú créele.

Caminamos hasta un bar que se llama La Rueda. Pagamos la entrada y nos dieron tres moneditas que nos acreditaban la ingesta de tres bebidas, pero, había que ordenar la primera ahí en la entrada. Así que un tipo en una mesa con cinco botellas, refresco y hielo, se encargaba de sambutirte la primera de la noche. Yo ni de chiste tomo licor en lugares dudosos, solamente cerveza. Pero la cervecita no estaba incluida en el trato. Troqué con el vecino de atrás mi bebida por una ficha y asunto arreglado.

El lugar en cuestión era una cloaca cruce entre lo peor y lo jodido, pero auténtico y divertido. El fenómeno de los miramientos se efectuó de nuevo. Soy carne nueva, pensé. No hay pedo, los dejaré que me observen bien y pondré mi carita 33 para ranchos y escenas campiranas. Al ser mirado con insistencia pensé en Ru Paul y opté por lo de: "This is the front and this is the back". Por si las moscas no quise aventurarme aún en las profundidades del congal y decidí estar en un lugar con luz, no con tanta gente y precisamente en el forzado paso a la barra. Una rockola tocaba por tercera vez la combinación "Ahora quien" de Marc Anthony, "El Pasito Duranguense" de los Montez de Durango y "Lipstick" de la asquerosa Guzmán, así en ese orden. Pensé si había alguien a quien le gustara mucho esa extraña combinación, ya tres veces era demasiado.

Me mantuve a unos 50 astringentes centímetros del equis, nomás por si la concurrencia se le ocurría la bizarra idea de que anduviéramos juntos-juntos, como en esa clase de "juntos". Y me dediqué a conversar con él como lo haría con un pariente al que tengo veinte años de no verlo, o sea, como desconocidos. De repente el equis se me acercaba extrañamente y noté que lo hacía casi siempre que alguien lanzaba miradillas furtivas. Yo me separaba prudentemente y fue cuando emprendí la odisea hacia los urinales. Pregunté donde estaban y el equis me dijo que estaban al fondo y que me acompañaba, le dije te sigo. Permití que un metro y medio de carne humana saltarina nos separara y tomé mi dulce tiempo en seguirle. Veía que el equis se detenía y volteaba para que le siguiera y yo miraba a mi alrededor como admirando la llegada de las mariposas monarcas, sonreía, observaba, miraba hacia atrás y subitáneamente recordaba que ahí estaba la plasta esperándome. Lo veía y puse cara de: sí ya sé que ahí estás, tu sigue. Lo alcanzaba, caminaba y dejaba que más gente se atravesara y repetí así la acción hasta seis veces antes de alcanzar el baño. O sea que lo que normalmente hubiera tomado siete minutos, lo demoré veinte, ji, ji, ji.

El sanitario era un cuarto sin techo, rectangular y con el urinal corrido, sin divisiones y que desde tu llegada te daba un aspecto de la genitalia de los concurrentes. Siete metros de meadero y lleno codo con codo. Nada más divertido.

De regreso a nuestra base, repetí la operación, pero esta vez el equis no quiso esperar. Sorrrrryyy. Cuando llegué por más cerveza, noté que la raza ya se daba cuenta que yo era normalito y buena onda. Pero tan pronto el equis se acercaba, sentía cierta animadversión. Me dediqué a tomar y no quise pensar en las razones. Al rato las atrevidas empezaron a desfilar más cerca, a pedir de tomar pre-ci-sa-men-te por alguno de mis flancos y claro 10 cervezas después hasta decirme “Hola.”

No había nada que hiciera justicia a la noche y los únicos rescatables eran una parejita precisamente delante mío con cara de estar peleando y de venirse a quitar el coraje conmigo. Líos maritales era lo último que yo necesitaba, pero tan pronto uno se descuidaba el otro sonreía y viceversa, se me hizo patéticamente desquiciante, más estando a tres metros de distancia. Decidí no participar en el juego y voltee a otro lado. El lugar ya estaba muy lleno. Una travestí desapareció en su camino hacia el suelo y de plano pensé que se había resbalado, miré a un lado y otra travesti hacía muecas mientras señalaba hacia el lugar donde antes estaba la otra. Resulta que la amiga había caído de rodillas pero tan sólo para estar en cuclillas mamándose al tipo de a un lado mío. Así nomás. ¡Qué suecas!

Seguía la misma pinche música y siguió entrando más gente. El equis me preguntó que quien me gustaba y le mostré algunos prospectos de mi agrado. Total que me presentó más gente desagradable y yo saludaba como el papa en país tercermundista.

A las 2:45 am prendieron unas potentes luces de sodio y aquello fue como echar agua bendita en la gruta de Las Mujeres Vampiro. No recuerdo haber visto que un antro se vaciaran tan rápido como esa noche. Fuimos de los últimos en salir y la fiesta seguía en la calle bajo la mirada atenta de varias patrullas. Hubo gente que nos invitó a varios lugares y a otras tantas "soireés de petit comite", pero decliné pues en unas horas me vería con clientes.

Nos fuimos a casa y empezó el rosario. El equis pretendía que recordara a cada persona con la cual había hablado. ¿Recuerdas al de los pantalones negros? No. Pues tiene sida. ¿Recuerdas al de la barba de candado? No. Pues es ratero. ¿Recuerdas a fulano? No, no, no. Siguió hasta casi acabar con la reputación de la población gay torreonaca. Yo lo escuchaba con detenimiento como si alguien me estuviera hablando por un tubo pero desde España, la neta no me importaba. Le dije que se callara y que no quería saber más. Llegamos y preparé algo de cenar, se quedaron los trates sucios y así permanecieron hasta el día siguiente.

Mientras me alistaba para dormir le pegunté si habría algún problema si dormíamos juntos, el equis dijo que no. Pero insistí: nada de nada.

La mañana llegó y me levanté a hacer algo de ejercicio. Hacía frío y la casa era muy húmeda. Me di cuenta que la cara me dolía, tipo sinusitis gruesa. Joder, todo lo que me faltaba. Preparé café, el equis se despertó y lo conminé a que fuera a hacer llamadas. Su celular está permanentemente sin crédito. Fue, hizo las llamadas y se confirmaron las citas. Cuando regresó yo me bañaba y me dijo que iba a preparar de desayunar. Así lo hizo y los trastes ahora eran la suma de los de ayer y hoy. Ví de reojo el altero y me dijo que él luego los fregaba.

Llegamos con Bárbara y esperamos el arribo del conde. A las 9:30am acordadas apareció oliendo a Vetiver, muy correcto y displicente. Nos sentamos a ver mis catálogos fotográficos y se notó muy complacido. Me hizo varias preguntas técnicas y juzgó que ya era hora de partir. Pensé que iríamos solos pero la comitiva contaba con la presencia del equis y la Babs. Mientras llegábamos a la construcción, el conde me confió de manera somera acerca de uno de sus grandes clientes, uno de los hombres más ricos de México: el Señor. Levanté una ceja y puse mucha atención.

En la obra de un politiquete local se lleva a cabo una remodelación neoclásica con pretensiones. Me preguntó que si le faltaba algo en el área decorativa. Yo eché mano de mi buen gusto y sugerí ciertos detalles. Le encantó la idea y me pidió que le realizara diseños y le diera tiempo y costos. Me informó que la obra debía estar entregada para Navidad, así que mientras más pronto resolviera, mejor.

Me entusiasmé claro está, pero más lo estuve cuando me dijo que podría funcionar para lo que trae en manos para el Señor. Me comentó que era él EL arquitecto residente del Señor y que el Señor confiaba en su buen juicio, buen gusto y buena selección para todo lo referente a construcción y decoración. Le dije al conde que podía contar conmigo en un futuro desde ya y que yo estaba más dispuesto que un calcetín. Me confió que lo del Señor comenzaría hasta enero o febrero del 2005 y que por lo pronto era necesario que yo empezara algo ya en el área. Estuve de acuerdo y quedé de entregarle los diseños esa misma tarde. Me dijo que mejor al día siguiente (domingo).

Tras la cita me quedé muy contento y más tarde fue el turno de la madre de Bárbara y el serpentario. Ya para entonces tenía una idea del costo del taller-curso y me dijeron que querían un plática-presentación con las alumnas prospecto la semana siguiente. Yo les dije que no me podía quedar tanto tiempo y que si se hacía tenía que ser ya. Y ahí fue donde tronó el sapo. "Mira" me dijo, "hoy hay un curso de no sé qué. Fulanita está en no sé donde. Perenganita está enferma. Sultana, sha-la-la. Acabas de llegar, dame un par de días. Mañana es domingo, y son fa-mi-lia-res, así que hasta el lunes. No mejor el martes para no fallarte. ¿Nos llamamos?" Me quedé patinando, pues mi intención era solo estar unos tres o cuatro días. Pero bueno, volteé a ver al equis y me dijo: "tranquilo, relájate, disfruta."

Bárbara me llevó con una anticuaria muy distinguida y excelente dama. Me cayó súper-bien y el sentimiento fue mutuo. Afortunadamente llevé un estofado de San Cristóbal que pretendía vender y tuve oportunidad de mostrárselo. Estaba encantada y recordó que tenía un cliente que deseaba un San Miguel arcángel. Me pidió le cotizara uno, le dejara unas copias de fotos y tiempo de entrega.

Esa tarde Bárbara nos llevó a comer y después fuimos al Cerro de las Noas. Monte donde hay un santuario, pretexto de peregrinaje y peaje y donde está una especie de Cristo Rey a la Rio de Janiero. El lugar es un remedo medieval fortificado que tiene andadores que llevan a emulaciones de sitios "santos" en Jerusalén. No sé a quien se le ocurrió tan descabellado proyecto, pero según me contaron atrae muchos peregrinos y por lo tanto derrama dinero. Lo que sí es cierto es que tiene una vista impresionante de la comarca lagunera (Coahuila y Durango) y que desde ahí la ciudad se ve interesante iluminada de noche.

Interesante también fue pasar por la procesadora de plata Peñoles y empezar a sentir un olor raro en el aire. Me dijeron que era plomo pues de vez en vez la fábrica emanaba residuos. Yo dije que eso era altamente contaminante precisamente en el momento que sentí un sabor extraño en la boca y un ligero ardor en la garganta. Bárbara me volteó a ver sonriendo y me dijo. "Sí, eso que sientes es lo que es. Mascaste fierro."

Llegó la aburrida tarde sabatina y el equis me invitó a un café internet. Casi me ordenó que me metiera a un sitio local para ver qué ligaba. Yo no soy muy bueno para ser mandado, mucho menos para tomar ordenes, así que me puse a chatear con mis amigos conocidos. El equis estaba frenético enseñándome que estaba con no sé quien y que era virgen y que lo iba a ver más tarde. No podía creer a este tipo. ¿De verdad le va a creer algo a un perfecto desconocido en gay.com?
Entré a un sitio local gay y cuando ya alguien me mostraba fotos, el equis requería que se las enseñara, tras verla sacaba la lengua con asco y me contaba la historia del personaje en cuestión: "es una cucaracha" decía. Y así se la pasó comentado de TODAS las personas que chateaban conmigo. Me harté y le dije que me iba a caminar.

Salí a la calle y unos minutos más tarde me seguía el equis. Me preguntó que si me había molestado y le dije que no, pero que no apreciaba que me dosificara a quien si o a quien no podía conocer y que a fin de cuentas lo que yo deseaba eran amigos, NO ayuntarme sexualmente.

Total que regresamos a casa y estuvimos platicando. Los trastes seguían sin lavar. De repente tocaron la puerta y vio por el ojillo de seguridad y casi me arrastró hasta la habitación y me encerró ahí no sin antes decirme que no saliera. Me acosté en la cama, prendí la TV, y me sentí incómodo pues tenía ganas de mear y me estaba molestando. Opté por lo mas obvio: oriné en el primer vaso que encontré, je, je, je. Media hora más tarde escuche que la puerta se cerraba y yo salí hacia el baño para tirar el contenido del vaso y tirar el vaso al techo. El equis me dijo que era un "marranito" que había conocido en la calle y que aún estaba en el closet y que no sabía qué quería, pero que le permitió que le mamara el pito. Yo le dije que no era necesario que me escondiera en la recámara, que con gusto se la hubiera cedido. Pero éste me dijo que el marranito era receloso y que quizás si me veía se desanimaría.

Aquí es donde he caído en ciertos pensamientos.

Si YO invito a alguien a mi casa me guio bajo las normas siguientes: casa limpia y equipada en su totalidad. Comida. Comodidades. Atenciones. Tiempo. Todo dentro de mis posibilidades y siempre que pueda hacerlo, si no mejor no invito a nadie. Si es muy preciso y necesario coger con alguien, por eso tengo una recámara, para encerrarme ahí sin molestar. No espero que el hecho de que alguien que llegue tenga que incomodar a mi invitado o mucho menos pedirle que se salga mientras fornico, entonces mejor lo evitaría. Si mi invitado tiene que coger con alguien quizá entonces yo sería quien me iría a dar una vuelta o quizá no, para cuidar retaguardias, uno nunca sabe. Por eso solamente invito a mi casa a muy íntimos amigos a los cuales no es necesario esclarecer estas conductas.

El pendejo del equis me dijo entonces que la próxima vez que alguien llegara yo me tendría que salir. ¡Cómete esa! Me ardió la cara de coraje, pues me sentí como si anduviera chacaleando carne. Sobretodo tras los estereotipos del equis: panzones y peludos. No le dije nada y solamente sopesé las posibilidades y externé que quizá era mejor que ya me regresara, me dijo que no era para tanto, que nomás me perdiera unos 45 minutos. ¡Pinche patán!

Me preguntó si tenía hambre y me ofrecí en cocinar algo de cenar, pero derrapé cuando recordé que había una pila de trastos y se lo dije. Los lavó y cociné. Más tarde salimos a caminar y llegamos a la plaza otra vez. Yo puse cara de moco y me senté en una banca, el otro se puso a dar vueltas y ya que se hartó regresó por mí y volvimos a casa.

Nos pusimos a platicar y dijo que parte del desmadre que había visto a mi llegada se debía a que cuando su papá recayó él desatendió clientes y casa. Le pregunté cuanto hacía que su padre estuvo enfermo, respondió que había sido hospitalizado por dos semanas un mes atrás. Mentalmente pensé que había desorden ahí de más tiempo y que lo que había tirado en el piso era de más reciente. Aún así le comenté que yo no era un freak de la limpieza pero que un lugar limpio, decente y organizado era más proactivo para vivir y trabajar. Sobretodo cuando él atendía ahí a las clientas.

Total que me confió que varios meses atrás había conocido a un tipo de la plaza (siempre han sido así sus conocencias, de internet o de la plaza). Y que iba con otro amigo cuando le ofrecieron un aventón. Resulta que el tipo no era de ahí, que no tenía dinero, que traía un carro y que buscaba donde quedarse. Según el equis, Omar (así se llama la rata), tenía un cierto aire conmigo... mhhhhh.

Llevaron a Omar a casa para "conocerle" las mañas mejor. Al principio el equis no quiso quedarse con Omar pues éste dijo que no era gay. Entonces decidieron llevárselo a otro modisto local. El tipo estaba encantado y el equis y el amigo se largaron. Pasaron unas semanas y se encontraron al modisto (que según el equis es una cucaracha, ¿quién no?, según él), y aquel les reclamó que Omar le había robado en la boutique... sha-la-la. El equis dijo que él no era responsable y que tampoco lo conocía, así que no podía hacer nada. El modisto le dijo que demandaría a Omar por robo "tope donde tope".

Al parecer el equis y el amigo se fueron muy contentos, según ellos el modisto se lo merecía pues era muy mierda, ¡ah! y una cucaracha (¿ya lo había dicho?) Con el paso de unos días, Omar la rata llegó a casa del equis y éste le dio posada. Aquí hay cosas que nomás no checan en la historia. Como que no tuvieron nunca sexo y que supuestamente se masturbaban juntos y que el equis sentía un amor maternal por la rata. Todo esto tolerando las conductas rateriles de Omar y exponiéndose a lo mismo. Según el equis, la rata siempre lo respetó, tú créele. Con la rata el equis departía en todas partes como su pareja. Según todo el mundo, lo eran. Según el equis no. Lo único que deseaba era "salvarlo".

Pasaron semanas y una noche en un bar decidieron armar una orgía en casa del equis. Los invitados eran el supuesto mejor amigo del equis, la rata, dos equis más y el equis, je, je, je. Ya beodos, llegaron a casa del equis y empezó la acción. Aquí también hay detalles que no me fueron muy claros, como específicamente quién quedó con quién y cómo. Según el equis, todo empezó por besitos y cachondeo y la rata no quiso en bola. Los otros dos equis se metieron al cuarto del equis y se pusieron darle. Afuera en el diván, el equis y su amigo convencían a la rata. Lo único que pasó es que poco a poco les fuera dando sueño. Entonces los tres de afuera se metieron a la habitación y se acostaron todos en cerdil majada. Alguien despertó quien-sabe-cuanto-tiempo-más-tarde, y ahí empezó el follón.

Omar les había blanqueado las carteras y celulares a todos, menos al equis. Me imagino el cuadro: como luchadoras de peli del Santo después de perder la estelar, y a parte crudas. Vociferaban y reclamaban hasta que cayeron en cuenta de algo aún más grave. El ya no tan mejor amigo del equis entró de la sala chillando: "Mi carro, mi carro, mis llaves, mi carro, mis llaves". Pues ay cómo es la vida. Así, con tan nefasto cuadro, se lanzaron en procesión a la delegación policiaca. A unos les daban los vahídos de la resaca y el dueño del carro cagaba ladrillos. Todo el tiempo el equis trató de tranquilizar la situación, pues no era para menos la indignación general.

La policía pronto dedujo que nadie se ponía de acuerdo y les dijeron que presentaran la denuncia formal de robo ya que estuvieran sobrios y cuerdos. A parte al ver todo el obvio plumerío les comentaron que si había móvil sexual o triángulo pasional mejor se arreglara por fuera.
Regresaron a casa del equis y le quisieron exprimir toda información posible sobre la rata. Afortunadamente tenía ahí la cartera de éste, pero todas las identificaciones tenían diversos domicilios en distintas ciudades. Confiaron en que la credencial de elector era lo más seguro y así con mil palancas se dieron a la tarea de dar con el tipo. Rastrearon por dos semanas varias pistas y la denuncia fue formalmente puesta, la aseguradora del auto ya andaba tras algo. Una tarde suena el celular del equis y era la rata. Le dijo que el carro estaba bien y que ya lo podían recoger, que lo había tomado para un "urgente asunto familiar". Estaba en un lugar del estado de Veracruz. El equis le puso tremenda regañada y le dijo que no tenía cara con sus amigos ya que el chisme se había hecho gran roña en Torreón y era la comidilla de todos, "El Amante de la Rata."

No conforme con explicarle sus razones (yo deduzco que roba carros para efectuar atracos, simple), la rata le pidió asilo al equis y que quería implorarle su perdón de manera personal, aja. El equis le dijo que sé, pero le pidió que se escondiera y que se fuera de Veracruz, pues ya lo buscaban y ya iba la judicial con los peritos del seguro por el carro, que dejara pasar unos días y le volviera a llamar. Tres días más tarde la rata se apareció en la puerta del equis, pero con una tipa. El equis no supo qué decir, pero los dejó entrar. Y así duraron tres semanas. El único que salía del departamento era el equis, pues les había prohibido a los otros dos que asomaran las narices. Total que una cosa llevó a la otra y el equis se empezó a tirar a la tipa, la rata le arma una escena de celos al equis, la tipa descubre "recién" que la rata es rara, la rata corre a la tipa, la tipa amenaza con denunciarlo, el equis se estresa y los corre a los dos, pero dentro de su enojo su misericordia es grande y decide encontrarles alojamiento en una especie de centro de rehabilitación para drogadictos, o sea que al día siguiente a primera hora se marcharían. Pero duraron en aquél lugar dos días. La rata encuentra a su tipa cogiendo con dos más y se mete en tremenda trifulca. Le parten su madre pero huye y en la desbandada se separa de la tipa. Luego es encuentran en no sé qué pueblo y pone a putear a la tipa. Pasan unas semanas y la tipa se harta no sin antes denunciar a la rata. Detienen a Omar y va a parar a Puente Grande, ¿raro no? Todos estos eventos le eran informados al equis vía internet por la rata, el cual jamás dejó de estar en contacto con él.

Supuestamente la rata salió en unos meses por falta de pruebas y "buena" conducta. (En mi rancho le dicen buen fundillo). Se apersonó en casa del equis one more time, pero ya para entonces el padre de éste estaba enfermo y al día siguiente llegaba un hermano homofóbico. Así que nomás esa noche podía quedarse. Desde entonces ya no sabe nada de él personalmente. El equis le dijo que no podía pararse de nuevo en Torreón pues la orden de aprensión por robo y abuso de confianza estaba pendiente en DOS cargos, pero que si quería expiar sus culpas le proponía dos cosas: una, entregarse y caer en el bote; y la otra irse a una cabaña de la sierra y permanecer allá cuidando chivas por dos años. A ninguna de las opciones la rata accedió. Le dio las gracias y desde entonces han estado en contacto esporádico por internet. Lo último que supe en el penúltimo día que estuve en Torreón, es que la rata estaba en Ensenada, B.C., pero que ahora andaba como las rancheras descastadas y prófugas: cargando ahora con un hijo de tres años que le secuestró a otra supuesta madre dos semanas atrás de algún lugar de Veracruz. Otra mancha más al tigre. ¡Qué historia!, ¿no?

Tras tan lindo episodio yo ya no me sentí a gusto ahí.

Empecé a ver al equis bajo otro cristal, una combinación entre cautela y lástima. Siempre he creído que somos artífices directos de todos los eventos que suceden en nuestras vidas. Sí, lo sé, existe la mala suerte. Pero también a esa hay que aprender a esquivarla.

Llegó el martes y me vi con el arqui, le entregué los diseños, le gustaron, le pasé costos, no reparó y agregó que era prácticamente un hecho que se hiciera. Le comenté que necesitaba el 50% de anticipo y que a partir de la fecha que me lo entregara era cuestión de un par de días para que yo fuera a Laredo por los accesorios decorativos y regresara para que a lo máximo cuatro días el trabajo estuviera listo. Se fue muy contento y quedó en llamarme a más tardar esa misma tarde y definir todo.

El equis y yo nos enfrascábamos en largas charlas con las que cada cual se iba creando cierta imagen del otro. Entre tantas le comenté de mi veta sadomasoquista y pareció habérsele abierto una ventanita muy distinta a su gris vida. Empezó a cocerme con mil preguntas y yo francamente tenía big egga de contestarle, más cuando sabía que a eso nomás no le iba a entrar en serio. Aún así seguía y yo le pasé mil sitios en internet para que se documentara correctamente. Afirmaba que él sería el perfecto amo, ¡ah!, el perfecto amo. Entonces en algo sí fui bien claro: le aseguré que para llegar a ser buen amo, debía empezar desde abajo, siendo un buen esclavo, bien disciplinado.

Al principio chillaba que él no permitiría que nadie le pusiera la mano encima, que el había nacido para golpear. Yo me arrepentí de haber sacado tal tema, pues durante varios días siguió cuestionándome y empezó a insinuar que era yo el que deseaba golpes. Le comenté que no se atreviera NI por error a tocarme pues mi carácter en esos jueguitos es burbujeante y extra-crispy. No me hizo caso y siguió enfadándome con sus insinuaciones. Decidí entonces darle una plática introductoria y formal acerca de las artes de Sade y Leopold Von Sacher Masoch. El "verde" (así se les llama a los recién llegados) me escuchaba con académica pasión, le hablé de todos los grados de abuso, del bondage, de las claves, del piercing, de los tatuajes y de la posesión per se, del control de respiración, del roping, de los fetiches, humillación, de la disciplina, del respeto, del fisting, golden shower, escatologías, enemas, de la escarcificación, de modas y de lo auténtico tribal, flagelación, violet wands, degradación y vejación, el cuero y los uniformes, electricidad, momificación, canibalismo, satanismo, religión, drama, obediencia, sangre, mutilación y modificaciones corporales, historia, castración y casi todo lo relacionado con el kink. Sobre todo le hice ver que era tan sólo otra manera más de ser, pero que mucha gente le daba miedo toparse con su verdadero yo. Insistía que él sería buen dominante y yo insistí en que tenía que empezar lamiendo botas.

Esa tarde no me llamó el conde y me desesperé. El equis seguía en su status de gran ligador por la red. Ahí se pasaba varias horas, supuestamente haciendo citas con Ye y Zeta, salía como bólido, tan sólo para esperar y darse cuenta que lo habían plantado. Paso dos era salir a la plaza y dar tres vueltas, caminar por otras áreas del centro y ver el ganado... nada. Regresaba a quejarse conmigo, que mira nada más que gente más ranchera, para que te des cuenta como es la gente acá, que te citan y no llegan, sha-la-la.

En varias ocasiones salí a intentar comunicarme con el arqui, pero, o su teléfono estaba fuera de área, o no me quería contestar o lo había olvidado. Así que pasaron tres días tan sólo en tratar de encontrarlo. Yo ya estaba nervioso en mal rollo. Con el clima frío y el departamento húmedo la sinusitis me atacó duro y la cara me dolía como golpiza, aparte, con los nervios se me irritaron las mejillas y parecían milanesas sin cocer, afortunadamente llevaba una crema medicada y esto sólo duró un día, pero aún así, ya me estaba afectando físicamente. El equis me decía que no me desesperara que la gente así era allá "Welcome to Torreón" bromeaba.

En cuestión de negocios soy muy preciso, y si algo no se va a hacer como se acordó POR LO MENOS se requiere llamar a la otra persona para cancelar o modificar o avisar. Nada, yo en la luna.

Pasó una semana y me puse a pintar unos cuadros y a fabricar un visillo con forro de todos los retazos de telas finas que me encontraba tiradas. Por fin el equis se puso a coser pues en el transcurso de la semana llegaron clientas a las cuales les debía prendas. La puerta del otro cuarto se abrió y observé varias máquinas de coser normales, una overlock, una mesa para corte, una plancha semi-industrial, rollos de telas y un closet repleto de accesorios... todo en perfecto desorden y el piso atascado de basura. Se me hizo criminal que tantas cosas valiosas estuvieran así nomás desordenadas y en descuido, le ofrecí acomodar pero me dijo que no. Le dije que solamente me permitiera barrer, lo pensó unos segundos y me dijo que sí, pero que antes de que tirara algo se lo consultara, pues entre toda la basura habría cosas valiosas.

Y así fue, casi el 70% de todo lo que estaba en el suelo era de valor. Poco a poco me di cuenta que el equis tenía una fortuna solamente en su inventario de telas, la gran mayoría eran españolas y de excelente calidad, diseño, colores, texturas y estilos. Con todo y la historia de la rata y la enfermedad del padre, no hallaba un motivo real para que todo estuviera en estado de caos. A mi me daba la impresión de que aquello había sido olvidado tiempo atrás. Me di cuenta que el equis tiene la costumbre de tomar algo y si ya no lo necesita simplemente lo tira al suelo, sea lo que sea, carretes de hilo, telas, cáscaras de huevo, frutas, ropa usada, papeles, servilletas, plumas, cerillos, platos, cucharas... todo. Ya no quise preguntar. Cuando me entraba el estrés, me ponía a hacer el aseo, a cocinar o a hacer ejercicio.

Llegó la siguiente semana y nada se había concretizado. Mis nervios crecían y mi estrés. Los roces con el equis eran más frecuentes y de plano una noche desperté con su mano en mi pene. Me levanté enfurecido y le pedí que no lo volviera a hacer. Lo volvió a hacer y decidí irme a dormir al diván. Pretendió llevar a sus movidas a la casa y me sugirió que me "fuera a dar la vuelta" y me negué, le dije que no me iba a ir a andar como perdido por la calle con frio y sin nada que hacer solamente por que le urgía ayuntarse. Como maldición sus citas jamás llegaron, ya nada más me daba risa.

La situación con el arqui no mejoraba. En ocasiones lograba hablar con él y me ofrecía mil disculpas, pues andaba en menesteres del Señor fuera de la ciudad y que por eso no se había reportado conmigo, pero que "esa tarde" me llamaba.

Como casi siempre sucede, empecé a sacar deducciones por mi cuenta. Hubo una gran parte de mí que pensaba que al arqui le daba ñe ir a casa del equis. No lo culpo y siempre pienso que de no ser por mi la casa hubiera lucido como pocilga para mis conectes y sus clientes por igual. Pero no sé. De repente empecé a ya de plano no encontrar a nadie. Las viejas del curso se me andaban escondiendo o al menos a si me parecía. Yo ya odiaba estar en Torreón y extrañaba estar en mi casa, mi espacio, mi gente y la ciudad que conozco. Sentía todo y a todos, falsos y hostiles. No sé si gran parte fue por crear expectativas en cosas inciertas o apresurarme, de verdad no lo sé. Trato siempre de ponerle todas las ganas a mis proyectos, y creo que en este caso no fallé en profesionalismo o prestancia. Raro.

Me harté de andar limpiando y recogiendo como loco y dejé de hacerlo. Simplemente lavaba lo que ensuciaba y lo escondía para que estuviera limpio la próxima vez que lo usara. Que horrenda situación.

Una noche el equis me dice que le dé nalgadas. Le dije que no, aunque la idea me gustaba tan solo para molestarlo. Sopesé la acción y pensé que mejor no. Insistió y le dije que con un cinturón, sino no. Lo pensó unos minutos y accedió. Se bajó los pantalones y se recostó en la cama esperando su paliza. Yo no hice nada, solo, observaba sus flácidas y peludas nalgas. Me quité el cinturón sin hacer ruido y salí del cuarto. Regresé unos segundo más tarde y me le dejé ir a cintarazos. Fácilmente debí haberle acomodado unos veintitantos cuerazos y el equis nomás brincaba. A mi me estaba pareciendo todo muy cómico, pero de repente escuche que estaba sollozando muy bajito. Carcajeándome salí de la recámara y le dije que para eso me gustaba. Al rato salió y me dijo que se sentía mejor y que ya no estaba tan estresado, que había sido una experiencia rara pero gratificante, je,je,je. Fue cuando sugirió que yo ahora me dejara golpear. Más risa me dio. Obviamente decline su graciosa invitación. A partir de ese día, se la pasó tratando de ligar en internet pero ahora bajo la bandera de que era un amo buscando esclavo. A mí ya me estaba dando todo mucha egga, la neta.

Seguí desesperándome y finalmente la mamá de Bárbara me dijo que lo del curso no se iba a realizar por el "momento" pues su madre estaba enferma y ella andaba vuelta loca. Thank you for shopping at K-Mart.

El tercer domingo de mi estadía me cité con la anticuaria y le ofrecí unas pinturas decorativas que llevé. Fue sincera conmigo y me dijo que no podría desplazarlas por el momento, pero que le cotizara unos marcos dorados para unos óleos antiguos que tenía en su tienda. Ahí mismo le dije el precio y quedó de confirmarme después de hablar con sus clientes, no sin antes decirme que yo le había caído muy bien, que era muy agradable y que me auguraba mil éxitos y me colmaba de bendiciones, me sentí bien y a la vez mal. Pero salí de ahí flotando, me agradó su vibra.

Regresé a casa para encontrarme con la cereza que faltaba en el postre.

"Alguien" entró a robar y decidieron llevarse mi ropa y algo de dinero, junto con chácharas del equis. El azoro no superó mi coraje y recordé que mientras subía las escaleras del edificio me topé con un prototipo del equis (pazón y peludo) cargando una bolsa negra de basura. Salí como loco a seguirlo, pero ya ni sus luces.

Tenía ganas de patear todo lo que veía en la calle y aborrecí hasta los señalamientos viales. Odié Torreón y a cada uno de sus mugrientos habitantes. Rabioso empecé a caminar sin rumbo como basilisco en lava hasta que llegué a la catedral, entré y me quedé extasiado. Ahí frente a mí, un panel lleno de milagritos metálicos vibraba frente la luz de veladoras. No lo pensé dos veces. Volteé hacia un lado y otro y simplemente arranqué un cuadro de terciopelo rojo que debía tener prendidos un centenar de milagros. Di media vuelta con tranquilidad y por poco me zurro encima. Un cuadripléjico en silla de ruedas me veía con ojos desorbitados. Mi primera reacción fue aventar el kilo de milagritos como plomo hirviente, pero al ver al discapacitado tan quietecito, repetitivo y sumiso, solo le dije al salir: "hasta la vista, baby."

Salí apretando el cuadro contra mi pecho como mártir llevando el viatico en tiempo de Nerón. No sé en realidad qué fue lo que me llevó a hacer eso y sobre todo tan rápido. Ahora que lo pienso mi excusa fue sentirme tan despojado que necesitaba apoderarme de algo poderoso. El rush de adrenalina fue tal que me sentí como quitarle el escarabajo a Tutankamon, como ponerme el penacho de Moctezuma y entrar en el Museo de Antropología. Ahora si sentía las miradas de todo el mundo puestas en mi como vil pillo. Quise correr, gritar, tirar los milagros en el más cercano bote de basura y lo único que hice fue apretarlos más hacia mi hasta sentir los alfileres. Relax. Pensé en el tétanos, separé el cuadro de mi carne y caminé más despacio por las calles apretujadas de idiotas.

Cuando regresé a casa ya estaba el equis. Entré al baño apretando los dientes. Me eché agua fría en la cara, respiré hondo y traté de componerme. Salí. Me comentó que su padre había recaído y que su madre había llegado. Dijo esto mientras señalaba al diván. Me pareció que había alguien bajo unas frazadas. "Es mi mamá" dijo. Me sentí fatal y lo único en lo que pensé fue en desaparecer. Entré a la cocina y el equis me preguntó por mi día. Le comenté lo que había pasado y me confesó que mientras estuve fuera llevó a alguien a la casa con quien según él "ni siquiera cogió". Le describí al tipo con el que me topé y me dijo que era él. El equis veía que yo estaba verdaderamente molesto y me aseguró que lo buscaría y que le sacaría el dinero y las cosas. Yo lo dudé.

A partir de ahí, mi ánimo fue desmejorando rápidamente y ya no me importó nada sino largarme. La madre del equis con su pena, entraba y salía de la casa turnándose de vez en cuando con el equis en las vigilias nocturnas del hospital. Yo estaba supeditado ahora a sus horarios y si yo estaba fuera cuando ellos no estaban en casa, pues me jodía porque no tenía llave para entrar. La situación era ya intolerable.

Por una parte el arqui no daba señales de vida y en una ocasión me dijo que no encontraba a los dueños de la obra en remodelación y por lo tanto el anticipo no salía. Yo de plano le comenté que la razón por la cual estaba ahí era esa, pero que ya me regresaría a Laredo. En una de esas pláticas me comentó que necesitaba algo más, lo diseñé, coticé y entregué el mismo día que lo requirió. Entiendo que el tipo está siempre muy ocupado y todo, pero era muy difícil mantenerme en calma, cuando tenía por un lado al imbécil del equis diciéndome que el conde solamente me estaba dando largas y que se estaba luciendo y que era un tipo rollero. Ya de plano ni caso le ponía y me di a la tarea de conseguir dinero ur-gen-te-men-te para regresar.

Tras varias ocasiones de haberme tenido que quedar fuera de la casa por varias horas con frío y sintiéndome de cagada, mi ánimo era de los mil diablos. Tuve mis roces con el equis y éste se volvió huraño e idiota.

Afortunadamente cuento con ciertos amigos que de verdad sé que les preocupo. Me sentí mal por molestarlos, pero las cosas son así y quiero pensar que yo también funciono de la misma manera. Me depositaron dinero y pude regresarme después de diecinueve días.

La última noche que estuve ahí, unas horas antes de salir, me entrevisté con el conde y quedamos de estar en contacto vía internet. Me aseguró que haríamos algo, solo era cuestión de tiempo.

Con pocos carros en la calle todo me parecía hasta melancólicamente romántico, volteé hacia el cerro de las Noas y vi al cristo gigantesco que con una de sus manos me apuntaba hacia el norte, hacia donde me dirigía.

Fui por mi flaco equipaje y salí a parar un taxi.

Ahí afuera, le agradecí al equis sus "atenciones", le di un apretón de manos y un abrazo que no correspondió. Me sentí mal por él, pero yo no soy quien para salvarlo.

Regresé a casa y me sentí en paz como nunca antes. Aprecié mi espacio, revaloré mi potencial, le agradecí a mis amigos acá en Laredo su paciencia y cariño y para mis amigos en Guadalajara toda mi solidaridad y amor.

V.

P.D. Los milagros los ordené de cierta manera y con silicón hice un gran corazón que pegué en el mismo marco de terciopelo. Ahora cuelga cerca de mi cama, juntos con otros tantos relicarios.


Tomado de lo que le pasó a V.

12.11.08

Matthew Herbert

Entrevista a: Matthew Herbert.
Entrevistado por: Nitsuh Abebe.

There’s me and there’s you es el nuevo álbum del proyecto the Matthew Herbert’s Big Band, y a parte de presentar a una nueva cantante (Eska de Londres, nacida en Zimbawe), sigue los pasos de su predecesor, Goodbye swingtime: impresionante, arreglos de bajo rodeados por sonidos cargados de política que Herbert continúa recolectando, grabando y organizando. Sus fuentes aquí incluyen el Museo Británico, condones, una cremación, un McDonals Filet-o-Fish (que pudo haber sido parte de la detención de alguien en Guantánamo), el espacio personal general del pasado Primer Ministro Británico John Mayor, y un singular, muy importante beep del sistema de mantenimiento de vida usado en el nacimiento prematuro del hijo de Herbert.

Lo que sigue aquí, créanlo o no, es una versión justa y agresivamente editada de una hora con Herbert escuchándolo explicar cómo todas estas cosas –y todas las cosas en general- se interceptan. Resulta ser que Matthew Herbert piensa como un novelista mientras actúa como un músico: el simbolismo y significado de sus canciones y sonidos se extiende más allá del audio, las letras, los sampleos, informándonos de cada paso en su proceso creativo.

Pitchfork: Has dicho que usar sampleos de sonidos que son significativos y con peso, en un sentido global, pone un grado de responsabilidad más grande en ti cuando creas canciones. Tengo curiosidad si quieres decir que eso te pone en un modo de pensar más responsable –porque tienes un tema de vida o muerte en tu mente- o si es algo que también se transfiere al escucha.

MH: Esperaría que se transfiera al escucha. Alguien describió el álbum como “fácil de escuchar” el otro día, lo que fue un poco desconcertante, siendo que tiene sonidos de gente siendo disparada en Israel. Me pregunto, ¿he fallado en presentar el material, esa “fácil escucha” podría decirse acerca de eso? La responsabilidad definitivamente es algo mío para lidiar con el material con diligencia y respeto, integridad y rigor. A la música no le hace ningún bien, obvio, pero sí nos saca de la pura experiencia musical y empieza a tocar, en formas muy tangibles y prácticas, la vida de las personas. En este álbum hay alguien siendo cremado. Obtuve una grabación de alguien siendo cremado literalmente bajo mis dedos, y tengo la capacidad de tocar ese sonido en cualquier punto. Y eso, para mí, tiene una increíble forma de responsabilidad –eso es en sí lo único que puedo decir. No es algo para solamente reproducirlo ahí de la misma forma en que reproducirías una grabación de un 909.

Pitchfork: Quiero preguntarte sobre esas grabaciones en Palestina, en realidad, porque es la única cosa en el disco que no tiene la pretensión de ser una canción –escuchamos esas cosas crudas en su mayoría. ¿Es sólo una cuestión del material que necesita presentarse de esa forma?

MH: Es definitivamente porque es material crudo, y nos lleva de regreso a esa responsabilidad. Le pregunté al Consejo Británico en Palestina si podían ayudarme a grabar sonidos ahí, de una forma fue como un proceso nuevo. Quería obtener la versión de las personas, en vez de llegar como un turista, o incluso un artista, y hacer mi interpretación. Así que simplemente pregunté: ¿cuál es el sonido que más les gusta y cuál es el sonido que más les disgusta? No estaba seguro de cuál sería la respuesta –esperaba que fuera algo sorprendente, y lo fue. Lo que puedes oír es que los sonidos que más les gustan son todos los ciclos y ritmos de la naturaleza: granos siendo cosechados, el sol naciendo y la noche cayendo, gente jugando y fumando. Luego los más odiados fueron increíblemente violentos, y todos ellos contenían disparos. Yo no pedí eso.

No sólo esto es el día con día para los Palestinos, pues también hay consecuencias para los Israelitas. Así que la responsabilidad es bastante grande en este punto, no quería hacer algo trivial o muy sugestivo. Así que todo lo que hice, literalmente, fue alinearlos. Puse todos los sonidos amados y odiados juntos, y lo que noté fue que todos los sonidos amados formaban un ritmo, así que sólo los loopé. Todo está en su estado crudo. Y con los odiados, obviamente, es todo caos –sin ritmos, sin estructura, sin armonía, sin melodía. Si estás buscando una metáfora de la guerra, ahí está. Gente anhelando –en ambos lados- los ritmos familiares, de las estaciones. El caos es odioso. Esa naturaleza indeterminista de la guerra brinda una atmósfera inquietante a la vida ahí. ¿Qué necesidad habría de ponerle letras a eso? ¿Qué voy a agregarle?

Pitchfork: Dejaste que el sonido hablara por sí mismo.

MH: Exactamente. Y en simpatía por los Palestinos que están divididos y no se les permite viajar para ver a sus parientes enfermos o moribundos, o ir a funerales a otras partes, ya sea al Banco del Este o Gaza, grabé todo por separado. Así que los miembros de la banda están todos apartados también, porque el proceso de grabar se supone que debe de reflejar el contenido de la historia. Puse a cada uno con sus micrófonos instalados en sus salas, y después junté todo, es por lo cual la banda suena extraña, casi fuera de tono con sí misma y un poco desajustada. Eso es algo realmente importante para mí, algo que se pasa un poco por alto con esta distinción entre el sonido y la letra y la música y el trazador de tonos y todo el embrollo que va con eso. Cada parte del proceso, ya sea grabar o cómo algo se arregla o qué clase de sonidos son usados –todos ellos están tratando de reforzar a los otros. Todos ellos están tratando de apoyarse entre ellos mismos en términos de una integridad estructural del trabajo.

Así que si la pista es acerca de Palestina, la banda es grabada toda por separado. Si estás haciendo un homenaje sónico acerca de la guerra de Iraq, con un beep de cada 100 asesinatos, entonces lo que ese beep es se convierte en algo increíblemente pertinente, y tú piensas en algo que es increíblemente personal para reforzar el horror de la guerra. Así que ese sonido es ahora tomado de la vida –en este caso, una máquina de mantenimiento de vida. Cada una de esas cosas está diseñada para apoyar a las otras, diseñada para iluminar la historia a través del proceso.

Pitchfork: Una de las cosas que me pegan acerca de este disco es un sentido de que has ido aún más allá en hacer importante la procedencia de esos sonidos. Ese beep en “One life” –el reconocimiento de que representan 100 muertes lo hace inevitablemente pesado, sí. Y conociendo el origen de ese beep –has dicho que este álbum te ha hecho envolverte más en el mundo, y pienso en tus primeros discos, con sus sonidos corporales íntimos, o sonidos mundanos alrededor de la casa. ¿Sientes que vas por un camino que lleva a cosas que son más globales, más mundanas?

MH: Me gustaría decir que no, en el sentido de que no es mi intención hacer música que se consume por lo que está pasando en el mundo. ¡Pero el problema es que el mundo está jodido! Creo que el internet nos ha permitido relacionarnos con material e historias de todo el mundo, las cosas estaban ahí con un retraso en el tiempo –ahora nos enteramos muy rápido de lo que está pasando. Cuando empecé a tener actividad política, de niño, alrededor de los 10 u 11 años, trabajaba para Greenpeace en mi localidad en mi tiempo libre –era una combinación: tenías un tema global y un tema local. Ahora las cosas parecen haberse fusionado muy tangiblemente, en un mundo post-globalizado. Por ejemplo, está el hecho de la temporada de manzanas, y el mejor lugar para cultivar manzanas es Inglaterra. Tenemos alrededor de 200 a 400 diferentes variedades de manzanas aquí, y hoy, en la temporada de manzanas, vas a un supermercado y sólo encuentras dos variedades: una es de Nueva Zelanda y otra de California. Los huertos en el área se atiborran, los huertos en los que solía trabajar de niño –estas cosas parecen estar muy relacionadas- el hecho de que estas manzanas perfectas vengan de un lugar invisible, y desaparecen hacia otro lugar invisible. Incluso hay una historia inquietante que escuché el otro día, si logras rastrear las manzanas inglesas, ellas vuelan hasta Sudáfrica para que las enceren, y luego vuelan de regreso. Así que aunque creas que estás comprando productos locales, de cualquier modo sigues contaminando, y sigues creando una especie de violencia en alguna otra parte del mundo.

Conforme crezco todo parece estar fundamentalmente conectado, y una vez que has aceptado que la idea de negociar está bien, y que el mercado libre –aunque en realidad nunca ha existido uno- está bien, entonces todo se acomoda naturalmente desde ahí. ¿Por qué querrías tener un desorden de manzanas de diferentes variedades, todas con tamaños extraños y diferentes sabores y texturas, cuando –los 365 días del año- puedes tener manzanas perfectas del resto del mundo, y más baratas? Todo esto parece cuadrarse en sí mismo, y siento que no importa qué tanto trate de hacerlo algo personal, sigue fuera de mi alcance. Creo que es en parte porque vivimos en el época de más lujos para la humanidad. Leí en algún lugar que si tradujéramos todos los aparatos y tecnología en nuestras casas para hacer nuestras vidas más fáciles y para ahorrar tiempo, cada uno de nosotros tuviera el equivalente a 300 esclavos, en tiempo de los romanos. Tenemos estos increíbles lujos, increíble poder y privilegios, pero parece que los malgastamos en cucharas de plástico para revolver el café, durante dos segundos en nuestras vidas.

Pitchfork: Tengo una pregunta de abogado del diablo que hacerte acerca de la canción “Waiting” [en la cual Herbert aplicó y esperó mucho tiempo para grabar sonidos en las Casas del Parlamento]. Hay una línea en tu material de prensa acerca de “retar a las jerarquías políticas a través de la subversión creativa,” y me trabé en esa frase porque a veces siento que la “subversión creativa” se sobrestima en la izquierda, y mucha gente está interesada en la subversión como algo menos juguetón, como por decir algo, hacerse abogados de los derechos humanos.

MH: Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que se sobrestima. De hecho, ¿pienso que “Waiting” tumbará al gobierno? Creo que la respuesta es no, probablemente, pero eso no me detiene de intentarlo. Y lo fascinante fue que esto no lo dije yo, fue el gobierno –mi gobierno- diciendo eso. Ellos estaban preocupados de que yo hiciera esta pieza de música y que les quitara a las Casas [del Parlamento] su reputación. Esa fue su escusa. Estaba muy deprimido, para empezar, pero luego se me prendió el foco: espera un minuto, este es mi gobierno diciéndome que están preocupados acerca de qué puede hacerle mi pieza de música a su reputación. Así que estoy de acuerdo contigo que está en cuestión lo que hará el cambio a la larga, diría lo mismo de un libro o un periódico. ¿Qué pasa tangiblemente, qué respuesta práctica hay ahí, a un artículo del periódico acerca del calentamiento global? No mucho en realidad: unos cientos de personas lo leen y siguen con sus vidas, y al día siguiente es otra cosa. Pero agrega el artículo a una película, a un programa de la televisión, a un libro, a una conversación en el bar, y con suerte a una pieza de música.

Así que pienso que, aisladamente, una pieza de música como “Waiting” tendría un efecto masivo práctico. Y creo que es subversivo pararse en las Casas del Parlamento y agitar una caja de cerillos –donde cada uno de esos cerillos representa a cien mil personas- y tener al Primer Ministro que invadió Iraq a tu lado por primera vez. Que fue lo que pasó, coincidentemente. Tenemos a alguien que es responsable por un número de muertos en Iraq en primer lugar, y él está parado a tu lado, sin su conocimiento o consentimiento. Creo que eso es subversivo y poderoso. Y si no es poderoso en una pieza de música, es poderoso ahora, hablando acerca de esto, o cuando salgo en el radio y hablo de esto en programas de política, o si le preguntan a John Mayor acerca de esto.

Esto es algo que me frustra un poco: por lo común la gente trata y sólo considera a la música como música, en un contexto musical. La gente parece olvidar que la música no es sólo material de audio –es también una obra de arte, el paquete en que viene envuelto. Es cómo te enteraste de esto, ya sea que tus amigos lo escucharon, o lo viste en un show –todas estas cosas vienen juntas. No creo que algo en nuestro mundo exista aisladamente. Así que estoy de acuerdo contigo hasta cierto punto, pero en este ejemplo que has elegido, desafortunadamente, es el gobierno el que está haciendo el punto, en vez de hacerlo yo.

Pitchfork: Tengo algunas preguntas acerca de la música como música, de hecho –porque siento que a veces esto queda ensombrecido por todo lo demás en tus discos, y la música es realmente buena. La primera es: ¿Qué escuchas en términos del big band o el jazz? No es un campo que conozca, pero me da curiosidad saber cuáles son tus inspiraciones.

MH: Bueno, no escucho mucha música, en realidad no escucho mucha música en general. En parte porque has estado sentado en el estudio por 10 horas y cuando vas a casa sólo quieres leer un libro, y oír el sonido de tu sistema de calefacción central. [No sabemos decir si esto fue una broma a nuestras costillas: el aire acondicionado en el cuarto donde tuvimos la entrevista se hacía ruidoso de repente durante la entrevista.] Pero en términos de big band, la persona que más amo probablemente es Gil Evans, particularmente su trabajo con Miles Davis. Creo que ese periodo de Miles y Gil trabajando juntos produjo algo muy... –le quitaron los elementos de glamur del negocio del show y lo hicieron más introspectivo y melancólico.

Pitchfork: Es interesante que lo digas, porque parece que hay un elemento muy fuerte de negocio del show en muchas de las formas en cómo arreglas las cosas.

MH: Absolutamente, pero está hecho invariablemente por los propósitos de la historia. Por ejemplo, la última canción es una canción irónica acerca de la carrera de la burguesía, una versión glamorosa de la big band.

Pitchfork: Y antes hay un coro que dice “C’mon feel the murder,” el cual es irónicamente Broadway.

MH: Sí, es verdad. Trato de imitarlo, tengo un gusto por esta clase de cosas Cole Porter. Pero esa música salió de una fricción judía tipo Europa del Este, la fricción de sus vidas con la fricción del blues y una forma de opresión a los negros, así que creo que hay una historia interesante ahí. Así que junto con la melancolía de Evans, está también la de las grabaciones de Count Basie. Y por supuesto siempre regresas a Duke Ellington –de hecho, él es como el hilo que conecta todo, desde el descenso de la big band con bastante jazz. Así que creo que es como un camino largo. Pero lo que más escucho tiende a ser música clásica.

Pitchfork: En general, ¿trabajaste con métodos similares a tus discos pasados? ¿Graficar y arreglar todo por adelantado, coleccionar los sonidos, y después juntar todo pieza por pieza?

MH: Es correcto. La canción “Waiting” fue todo acerca de esperar el acceso a las Casas del Parlamento –me tomó años, y por fin llegó 6 días antes de hacer la masterización. Pero esto trata de colectar sonidos, y muchos sonidos son cosas tontas porque dependen del clima. Suena extraño, en el último disco grabamos tambores en un globo aerostático, estuvimos esperando cada martes por 3 meses, esperando a que el viento se calmara. Otra, en este disco, grabamos en un basurero. Inglaterra es terrible en reciclar: todo se avienta en un enorme hoyo en la tierra, y obviamente si es muy lodoso, puedes subirte arriba de la cara de la basura. Básicamente es un enorme precipicio de mierda –no hay una forma educada de decirlo- eso también depende del clima. Están las partes que me gustan mucho, porque hacen escribir en la música el dolor verdadero. No es muy controlable. En estudios modernos, nos acostumbramos a ser pequeños dictadores, te acostumbras al fascismo de tener control completo sobre cada elemento.

Pitchfork: ¿Entonces esto agrega algún matiz e improvisación?

MH: ¡Y la humanidad solamente! Hablas de subversión creativa y de los efectos prácticos de trabajar con sonidos como estos, pero en un nivel personal –tengo que ir con alguien que administre un vertedero y tratar de explicarle lo que trato de hacer con la música y el sampleo. O en el caso de Plat du Jour, un par de discos atrás, le tuve que explicar a un hombre en un tanque mi posición sobre la guerra, y esperar desesperadamente que él vea mi perspectiva antes de permitir que me suba al tanque. Amo ese riesgo, porque te aleja de la seguridad, mina los privilegios que nos rodean y cuestiona el lujo de la predictibilidad.

Pitchfork: ¿Crees que algún día vas a alejarte de este proceso o es algo en lo que estás estancado?

MH: Espero que sí. Parte mí quisiera hacer un disco íntimo y no sentirme forzado a destapar el proceso. Pero he conocido mucha gente interesante, ido a tantos lugares tan interesantes. He estado en las cloacas debajo de Londres a las 3 de la madrugada. He estado en un tanque manejando hacia un picnic. He estado en un globo aerostático, he estado en las Casas del Parlamento. He ido a lugares que nunca pensé visitar y experimentado cosas que nunca pensé experimentar. Y he escuchado sonidos que nadie ha escuchado antes. He escuchado el sonido de 70 condones siendo raspados sobre el piso del Museo Británico. Se siente como si fuera un aventurero. ¿Por qué te quedarías en tu sala si puedes salirte e ir a experimentar cosas que nadie ha experimentado antes?

Por supuesto que esto no le hace ningún bien a la música. Y, de hecho, una y otra vez la gente regresa a mis producciones de antes, más inocentes, y dicen “prefiero eso”. Podría regresar a escribir eso y probablemente hacer feliz a mucha gente, pero no parecer ser lo correcto. No quiero tomar la ruta cómoda. Estoy en esa edad, también, donde creo que estamos viviendo uno de los periodos más desastrosos en la historia de la humanidad, navegándolo con un abandono gay y una negación total, hasta donde alcanzo a ver. Como mínimo es una ilusión. Siendo artista, creo que tengo la responsabilidad de romper la burbuja, o por lo menos hacer que la gente vea que es una ilusión, o por lo menos describir la ilusión. Y eso no siento que se pueda lograr con sólo un piano y yo, o lo que sea.

Pitchfork: Creo que mucho de esto me llega con la canción “The yesness”, donde tienes a 100 personas poderosas diciendo “yes” –se me ocurre que el proceso administrativo de hacer un disco Herbert debe de ser una increíble cantidad de trabajo.

MH: Sí, es la respuesta para eso. Probablemente el más grande en este disco, el dolor de cabeza más grande, fue la canción llamada “Knowing”, donde tuvimos cientos de personas de todo el mundo cantando una palabra cada uno. Y por supuesto, siendo humanos, tienes a 100 personas contestando que les encantaría hacerlo, así que gastas siglos en mandarles palabras y por supuesto ellos no responden, así que terminas con 64, okay, mandas otra invitación a 50 personas y recibes 30 respuestas. Es mucho de avanzar y retroceder, y por supuesto la parte que más amo en esto es que la gente graba en cosas diferentes: algunos en sus teléfonos, otros tienen estudios. Entonces tienes el tema técnico también. Tienes que convertir todos los archivos. Esa canción tomó unos 8 meses para hacerla, administrándola diariamente para ensamblar todo. Pero para mí así es como debe de ser la vida –debe de ser dura y difícil de construir a veces, y debe de ser una brisa otras veces. Y también me gusta la idea de que puedes hacer una pista en una habitación donde todas las partes pueden encontrarse unas con otras –puedes meter la línea del bajo, por ejemplo, a las partes de trompeta. Me gusta la idea de que estás humanizando el proceso y creando comunidades, aunque sean temporales, virtuales o efímeras. Estás creando comunidades, y estás alcanzado y usando el internet y el entusiasmo y disposición de la gente para hacer las cosas no por dinero, lo cual es raro. Estas usando a la gente a unirse de formas que no son bombardear a la gente o venderles cosas, que son las únicas dos formas en que podemos organizar exitosamente a la gente –para azotar la papa o formar ejércitos. Estas parecen ser las únicas formas de comunidad que continúan hasta ahora.

Creo que este espacio de mercado, este mundo moderno en que vivimos, una de sus más grandes fallas es que parece que sólo se puede describir un colectivo en términos de clientes o consumidores. Nunca se ve a una audiencia o una comunidad como parte del proceso. Y esto algo de lo que estoy muy orgulloso, aunque la música sea una cochinada. Amo el hecho de que una audiencia para el disco esté de hecho en el disco, y que estén invitados a ser parte del proceso. Y, consecuentemente, el proceso de escribir el cuerpo de un trabajo que es crítico para cómo se organiza el poder contenga en sí mismo la semilla para organizar a la gente de una mejor forma. La gente hace las cosas por amor y creencias y pasión, no sólo porque les pagan para hacerlas. Así que mi ambición para este disco, y todos los discos, es que sean vistos como una continuación del proceso, más que como un simple producto. Es un proceso que esperaría continúe después de la grabación. Nosotros tendremos el coro, y tal vez conozca a alguien que cantó una de las letras, y sigue evolucionando, y la música cambia, y lo hacemos mejor y lo tocamos de una mejor forma. No es una lata en blanco de Coca-Cola que sólo es lo que es –tú puedes cambiarlo.


Tomado de las entrevistas del Pitchfork.