13.12.13

Horizonte 39

Un día Rodrigo se fue a vivir lejos en su imaginación a un pueblo sin hombres y sin internet. Llegó a vivir a un lugar al cual llegaban postales llenas de mensajes indescifrables dirigidas a una tal Evangelina. Eran unos extraños collages hechos con recortes de otras postales provenientes de sitios recónditos, inexistentes tal vez. Rodrigo se deleitaba leyendo esos mensajes cifrados tanto por la manuscrita perfecta en que estaban redactados como por las palabras tan poco usuales que utilizaba el remitente, y aunque no lograba interceptar el mensaje había un sentimiento de complicidad compartida que aunque ajena, le producía más placer que curiosidad. Era como captar una señal extraña, secreta, de una estrella moribunda.

Al poco tiempo se hartó de contemplar al cielo tan azul, demasiado claro todos los días; y a las nubes blancas y perfectas en contraste perfecto con el azul de los pensamientos en su imaginación. La verdadera buena suerte no dura más de dos o tres días, es un hecho, así que todos los demás miles de días que quedan sin suerte hay que ingeniárselas para sacarlos adelante, para estar de buenas y sonreírle al espejo. Fue por esas razones que Rodrigo tuvo que volver a casa.  

A su regreso encontró al tetris terminado de lo que representa el destino presente. El espacio estaba raro aunque los muros seguían pintados en los mismos tonos de grises. Rodrigo se quedó parado en la entrada con la maleta a un lado tratando de entender qué había pasado ahí. Tardó varios segundos hasta que fue capaz de entender el acomodo de tetris terminado, estático. La combinación fue descifrada, la caja fuerte había sido abierta y el tesoro, extrañamente, estaba intacto en su interior. Fue un momento de psicomagia ver al cuarto vacío, era como estar flotando en otro lugar, como si un aire diferente llenara el espacio. Mientras se divertía experimentando esas sensaciones revueltas empezó a comprender que la realidad que estaba respirando implicaba una nueva forma de vida, una nueva organización del microcosmos. De golpe las cosas eran diferentes. La luz no volvería a verse igual adentro de ese cuarto.

De acuerdo, él sabe que tiene que confesar que aprendió a decir las cosas, pero solo hasta cierto punto, Rodrigo cree que siempre es necesario quedarse con un poco para uno mismo, en favor de la sana convivencia. Repasa otra vez al mito de la transparencia en la comunicación entre dos personas, mito que por lo común termina manchado de egoísmo. Lo que tocó en ese momento fue recapitular, asimilar el aprendizaje y aplicar el método de la vida: controlar al ego y medir y ajustar los grados de libertad dada la nueva configuración del entorno. Una salida próxima y totalmente falta de práctica era hacer que no había pasado nada, cuando es posible que ya todo haya pasado. Todo cae por su propio peso. Rodrigo podría borrar sus discos duros y dejar sus bytes de información flotando en ese tipo de inexistencia que no es posible desequilibrar; borrar todo sin respaldos para motivar a la memoria cuando se requiera de aquél texto expiatorio. No lo hace porque sabe del peligro que es la memoria, ese ente convenenciero que acomoda las cosas a su antojo.

Y es entonces que logra entender que al bajar la filosofía universal al nivel individual los conflictos se vuelven íntimos. Disfruta inmensamente de la complicidad secreta de estar vivo y su filantropía explota como bomba atómica. Él quisiera tocar a la humanidad entera si le fuera posible, pero mejor se sigue de filo con sus reflexiones: ¿cómo podría explicarles para que ellos entendieran que más que tener sexo lo que quería era solo dormir acompañado? ¿Cuáles son los límites después de los cuales el ego ya no existe y dónde se localizan dichos límites? ¿A dónde se dirige el ego que va ganando nuevos ecos en la distancia, en la estratosfera, cuando va dejando atrás el valor de la compañía constante? ¿De dónde viene ese concepto de poli-amor, ese ying-yang de lleno y vacío revuelto como si fuera una lavadora y secadora funcionando juntas al mismo tiempo en un mismo espacio?

* Las aventuras siempre pueden (y podrán) más *

15.4.13

Raritos

[extractos]

Si, como insiste toda la obra de Foucault, al menos el primer Foucault, una sociedad se define por lo que hay en ella de decible y pensable, puede afirmarse que la visibilidad gay y lesbiana ha tenido por efecto transformar la sociedad en su conjunto, ya que ha modificado profundamente lo que es posible decir, lo que se puede ver y, por consiguiente, pensar. La movilización homosexual, la salida a la luz del día y la intensificación de la vida "subcultural" representan sin duda (junto con el feminismo) uno de los mayores entredichos en que ha sido puesto el orden establecido, sexual y social, pero asimismo "epistemológico", del mundo contemporáneo.

Tomado de "Reflexiones sobre la cuestión gay" de Didier Eribon

15.2.13

El manantial

Sabes que los hombres quieren ser eternos, pero mueren con cada día que pasa. Cuando se los encuentra, no son los mismos de la última vez. Cada hora matan algo de sí mismos. Cambian, niegan, se contradicen, y a eso le llaman crecimiento. Al final no queda nada, nada que no se haya trastocado o que no haya sido traicionado, como si no hubiera existido nunca una entidad, sino solo una sucesión de adjetivos que se van desvaneciendo hasta convertirse en una masa informe. ¿Cómo pueden esperar una permanencia  que nunca han sostenido ni un solo instante?

-Ayn Rand